Me gustaba mirarla desde lejos, en vista panorámica. Quieta, mirando hacia el mismo punto 15 minutos, ida. Se notaba en su fachada que a pesar de dejar su mente volar, su cuerpo se mantenía alerta, participando del contexto en su perfección No muchos podían verla en realidad, no muchos la sentían como yo lo hacía. Sus parpados color oliva, sus majestuosas cejas condecorando sus fuertes ojos color café, que transmitían más de lo que debían, más de lo que ella quería, era dueña de una mirada que podía destruirme el mundo.
Invisible, intocable, protegida por una muralla de actitudes falaces que ocultaban aquello que la hacía tan misteriosamente deseable, interesante. Estaba cubierta por un aura de gloria y alegría, era majestuosa. Tan suya que hacía quererte apoderarte de ella, me pregunto cuantos hombres han muerto en el intento de conquistar su corazón, frío en la cárcel de su pecho.
Nunca había visto una mujer tan bella, nunca me había sentido en la misma burbuja que ella. Miraba hacia al vacío con una tristeza nostálgica brotando de sus ojos, con un aire de deseo mezclado con frustración. Era tan bella, libre y perturbada. Era como ver una perla de río, hermosa en cada imperfección.
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