miércoles, 30 de noviembre de 2011
Noches sin reproches IX
Jamás todo lo que tenía fue bastante para hacerme feliz. Siempre me sentí acosada por esa sensación de sentir todo el tiempo la guillotina en el cuello por no cumplir con las expectativas, esa mentira de convertir las expectativas de los otros en las tuyas. De mentirme, porque no puedo evitar tener dentro mío el chip de complacer. Creo que en cierta medida a todos nos pasa, algunos maduran y dejan estas sensaciones atrás. Yo no puedo, forma parte de mí aunque ya no quiera, aunque me haga mal.
Después de esa semana metafísica que tuve, los meses siguieron corriendo como si nada importara. En la facultad me seguía yendo mal pero bien, intentando salvar materias suicidas en últimos momentos y recibiendo felicitaciones de parte de mis profesores por mis historias.
A pesar de eso, no podía evitar ver en sus miradas decepción, sentía sobre mí sus miradas de acero y sus mentes pensando “si te esforzaras más, serías brillante”. Siempre lo sentí, pero el asunto es que yo no quiero esforzarme, no me interesa. Prefiero vivir la vida lo más que pueda, que tener una nota más alta. Es decir, ¿de qué sirve ser un alumno 10 si toda tu juventud la pasaste entre libros?, de qué sirve si no vivís nada?
Y en mi teoría había un pequeño charco, una falencia, un error. Porque lo que menos estaba haciendo en ese momento, era vivir mi vida.
No amaba, no sonreía, no sentía. Me sentaba en mi sillón a mirar el cielo y compadecerme por mi vida. Me sentaba ante la vida, pero no hacía nada por ella. Angustiantemente estática, y no había nada que me movilizara a cambiar. Nada.
Exactamente 3 meses después de nuestro primer encuentro (y en mi peor momento depresivo), suena el cascabel de la puerta de la librería, a las 8 menos 5 de la noche.
Era él de nuevo.
Llorando.
Rogando.
Vulnerable.
domingo, 27 de noviembre de 2011
Me haces bien.
La gente ya no me provoca tanto odio, de hecho ya ni me importan. Camino por la calle mirando el cielo tanto de día como de noche. Me encanta hacer eso, sentir que no solo me preocupo por lo que hay en la tierra, sino que miro más allá. Outside the box. Siento que soy capaz de ver lo superficial, pero también un poco más allá, un poco más adentro. Locuras mías.
Después de un tiempo, después de analizarme con música depresiva y mucho humor, me dí cuenta que "Rosario" es más que una ciudad, es mí estado de ánimo, es mí interior en muchas maneras. Caí en la conclusión que uno es muchas veces como ve a las cosas genéricas, en mí caso, una ciudad, mí ciudad. Rosario comenzó a revivir, porque yo comencé a revivir.
Noches sin reproches VIII
Mentiría si no dijera que me sentí un poco abandonada y bastante vulnerable, jamás había confiado en nada ni nadie, y ella en menos de 15 minutos había impugnado su presencia en mí más que nadie más. Quizás el hecho de confiar no solo reside en nosotros, sino en la lectura que realiza la otra persona de vos, a veces no hace falta hablar, simplemente observar.
De a poco, quise ir olvidándome de ella, pero su tan descifrable frase (sarcasmo ON), no me dejaba. Buenos Aires era la ciudad, la selva…el destino, Dios, o como se me ocurra llamarle a la fuerza qué esta por arriba, debía hacer que la cruzara, que encontrara mi respuesta, al menos por una vez en la vida.
Siempre fui un poco cabrona e intente arruinar la mayoría de mis relaciones. De buscar defectos soy experta, esos defectos son cosas que mis anteriores novios no pudieron jamás aceptar.
El silencio es algo tan hermoso, algo tan primordial en una relación de dos. Atesoro a la soledad tanto como al silencio, pero no, ellos tenían que llenar espacios con frases como “Qué lindo esta el día, ¿no?”, a lo que mi cabeza cínica solo podía responder “si amor, ambos nos dimos cuenta, ahora cállate”. Sí, y aún con esas respuestas las relaciones seguían un par de semanas más, más que estúpidos eran héroes (Pero en mi defensa, ellos sabían donde se metían).
Ustedes díganme, si dos personas no pueden estar armónicamente en silencio, tranquila ¿de qué sirve?, ¿de qué sirve estar llenando espacios incómodos? Siempre tuve el ideal, que el silencio entre dos personas que se corresponden no es más que algo hermoso, y nunca incómodo. Con ellos era el infierno, con Ana, no.
viernes, 25 de noviembre de 2011
25 de Noviembre, Día Mundial Contra la Violencia de Género.
«(...) agrupa todas las formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer en función de su rol de género: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, etc. independientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agresor y víctima, que pueden ser de tipo sentimental, laboral, familiar, o inexistentes»
Hombres, sean hombres y traten a las mujeres como mujeres.
jueves, 24 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
Noches sin reproches VII
Quizás yo llevo las cosas a sus extremos, sé que jamás tengo punto medio. Pero en alguien no puede haber ausencia de motivación, ausencia de esencia. No soportaría la idea de un ser humano en la tierra desperdiciando su existencia en vicios sin fin (naturalmente tenía que haber nacido idealista y romántica – entiéndase de la corriente, no la cursilería).
Luego de aquella frase encriptada que Ana me dijo al marcharse, no pude evitar pensar en su significado en el camino de vuelta a casa.
De noche, la ciudad se vuelve un mundo salvaje, en todos sus significados posibles. La gente que teme a la luz, a los ojos juzgadores, los excluidos sociales salen a cazar un poco de luz de luna, sale a vivir, a respirar aquel aire tóxico que necesitan, su oxígeno contaminado de vanidad y poder. Los subtes se vuelven un poco más solitarios que a hora pico, y como siempre me detengo a observar las caras de todos, las caras de nadie, buscando la próxima Ana, buscando una historia para escribir al llegar a casa. Buscando algo más.
La ciudad es un zoológico, y los subtes son pequeñas sucursales de él. A mi derecha, había una pequeña pareja de ancianos, abrazados. Ella apoyaba la cabeza en el mentón de él, él se ocupaba de sostenerla lo más que pudiera en sus brazos. Respiraban al mismo ritmo, al mismo compás. Había tanta belleza en esa imagen, todavía los recuerdo, había amor, había amor en el medio de la toxicidad visceral. Quise ser ella por un minuto, sin importar que me quedaran menos de 10 años de vida, porque en el fondo de mí sabía que si estuviese en sus zapatos ortopédicos número 37 y al lado de ese hombre que la protegía como si fuese el tesoro más preciado del universo, iba a ser más feliz que lo que era en mis ya, 22 años de existencia.
Me quede absorta en un punto fijo, mirando al piso, como si nada de lo que pasaba alrededor mío importara. Me quede pensante, buscando respuestas, descifrando palabras.
“Por ser vos…” ¿A qué se refería “por ser yo”?, jamás nadie me había agradecido por ser así, nunca me sentí especial, única. Quizás en mis viejos días en Rosario me sentía un sapo de otro pozo, pero eso no es ser especial, es ver a la gente en la calle y pensar “yo no pertenezco acá, yo soy parte de algo más grande” (sin trasfondos religiosos, claramente, Dios jamás me sirvió de ayuda).
Me acuerdo que dijo un par de palabras para sí misma, en voz baja e inentendible. Juro que quise escucharlas, pero tantos años de auriculares a volumen 30 perjudicaron bastante mi capacidad auditiva, disminuyéndola notoriamente. No había forma.
Después de decirme aquello, dio media vuelta y se fue. Lo que dio una tonada más bizarra a la situación.
Llegue a mi edificio, me equivoque en el orden de las llaves como siempre. Al entrar prendí la luz y ahí estaba mi paraíso. El departamento no era muy grande, o quizás sí para una sola persona. Me gustaba demasiado vivir sola, se sentía bien. Siempre supe llevarme de maravillas con la soledad, sino pregúntenles a mis ex-novios, que estaban más celosos de ella que de todos mis amigos varones.
Hoy iba a pensar toda la noche, iba a volver a buscar significados y hacer el amor con la soledad.
lunes, 21 de noviembre de 2011
Noches sin reproches VI
Jamás me gusto darle opiniones sobre las cosas a la gente, nunca me sentí en esa posición de, por un lado, experiencia y, por el otro, sabiduría. Uno le pide consejos a otra persona porque ve en ella un referente. Yo no quiero que nadie me mire como referente, no está bien, no es correcto, es retorcido e impersonal. Cada uno debería ser su propio referente. Yo no. Yo no. Que algún Dios me libere de esa maldición.
Algo parecido me pasa con los consejos, los consejos son mensajes que uno le transmite a alguien con la esperanza de dejar una enseñanza, con la esperanza de influenciar una opinión que indirectamente se dirija a nuestro concepto de lo que está bien y lo que está mal. Que siga nuestros parámetros, no los del otro. Son mensajes que uno da por haber vivido esas mismas situaciones o quizás por tener una moral muy determinada. Son mensajes, que pueden ser recibidos o no. Mensajes pedidos y que no puedo evitar dar. Irónico.
Soy buena consejera. Será porque sé que decir, sé cómo actuar. Será porque la frase “haz lo que digo, pero no lo que hago” se aplica demasiado bien para mí, perfect fit. Porque cometí demasiados errores en mi corta vida, porque viví situaciones no-aplicables a mí edad, porque tengo un poco de lo que algunos llamarían “calle” pero a mí me gusta decirle “dolor”, “realidad”. Y sin embargo, hay gente que cuestiona si tengo tales condiciones, si solo finjo el dolor y la experiencia. A ellos me gustaría decirles: vengan y vivan mi vida.
Miré el reloj, eran las 8 en punto y “Ana” seguía ahí, tocando los libros con la mano, sintiendo el olor y la textura de sus tapas, haciendo lo que yo hago todas las tardes a penas entro. Viviendo las hojas. Aunque no los haya leído a todos, disfrutaba de su compañía. Es una sensación sublime.
- A las 8 cierra el local, a las 8:01 abre el consultorio sentimental
- Un día duro eh?
- Todos mis días son duros – “¿Así de emo sonaré yo?” me pregunté -
- Ese es el punto – atiné a decirle
- Perdón?
- No me disculpes el atrevimiento, es que siempre pensé que si uno siente que la está pasando mal, tiene que tener en cuenta que hay alguien que la esta pasando 10 veces peor. Vos estás en tu cama llorando, pero otra persona está en la calle llorando. Sin nada.
- Entiendo, sos de las positivas.
- Dios me libre de tal augurio.
- Entonces?
- A veces se me da por vivir y pensar fuera de mi burbuja. Al dejar de mirar el propio ombligo, se pueden ver y entender cosas maravillosas.
Se quedo un rato pensando, yo mientras decidí a terminar de contar la caja y ordenar todo. Supuse que se iría cuando yo lo hiciera.
Cuando terminé de hacer mis deberes, procuré que se notara evidente el ruido de las llaves y mi brusco movimiento para agarrar el bolso. Entendió lo que significaba y enfilo su esbelto cuerpo hacia la puerta. Era alta, no más que yo, pero era alta.
Abrí la puerta y salimos ambas, cerre las cuatro mil cerraduras que César se encargó de ponerle al pequeño negocio en la calle “Cucha-Cucha” de Caballito. Siempre pensé que era mucho más útil una persiana común y corriente. César era excéntrico, era glorioso.
- Fue un gusto poder compartir un poco de silencio con vos. – Le dije
Me miró y puso los ojos en otro mundo. Quede incómodamente quieta, entre una mujer que aparentemente se había abstraído hacia su propio mundo y entre el frente de un local con cuatro mil cerraduras, cerrado (valga la redundancia). Quería marcharme con demasiadas ansias. Escapar a mí pequeño departamento en Capital. Esfumarme.
De repente, de la nada, me miro fijo. Respiro profundo y abrió su boca dejando salir una brusca acusación.
- Vos estabas hoy en el subte – La miré sorprendida. Se había dado cuenta de mí identidad. Un poco de miedo mezclado con vergüenza me colmó el alma, no sabía ni que decir, ni que hacer. Había estado fingiendo no conocer su situación todo el tiempo, le había mentido sin si quiera quererlo. “Busted Rebecca, busted” decía la molesta vocecita en mi cabeza similar a la de María Callas. Destructoramente bella, como todo en mi interior.
- Sí – respondí.
- Y sin embargo no dijiste nada...
- Bueno, es que…ehm..
- Gracias.
- ¿Qué? – No era ciertamente la reacción que esperaba.
- Gracias.
- Sí, sí. Eso lo escuché. Pero ¿por qué?
- Por ser vos...
Todo esto lo entendería un par de horas después.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Merecido respeto
jueves, 17 de noviembre de 2011
Noches sin reproches V
Entraron un par de adolescentes buscando libros huecos y sin sentido. Me tranquilicé y las asesoré lo más objetivamente posible, es imposible influenciarlas cuando es un capricho. Entró una mujer de mi edad, unos 22 años. Me contó que escribía y le gustaba mucho leer Agatha Christie, sentí por un minuto que estaba hablando con otra versión mía, buscaba clásicos, coincidencia número 3, o un millón más o menos. Le recomendé “Amor en tiempos de cólera” de Gabriel García Márquez. Nadie puede vivir sin haber leído esa novela. Sin haber sentido esa novela.
Por un tiempo nadie entro al local, César me dejo las llaves y me dijo que se iba a hacer algunas diligencias, qué cerrara yo. Raramente se me paso la tarde sin pensarlo, quede rodeada del olor a libros nuevos, en soledad y un perfecto silencio. Ideal.
A 5 minutos de cumplirse la hora para contar la caja y demás…entra una mujer, no preste atención, muchas veces he entrado a librerías sin que si quiera notaran que estaba allí o solo para mirar en el último minuto de vuelta a casa, pensé que era por ese mismo motivo por el cual aquella desconocida me visitaba.
- Hola. – Escucho de fondo.
- Buenas Noches, ¿Necesitas algo?.
- Un consejo – y ahí levanté mi mirada sorprendida
- Si es al respecto de algún autor, encantada. Si es al respecto de la vida, no me hago responsable.
Las dos reímos.
Se quedo dando vueltas otros segundos por el local, y decidí mirarla con detenimiento. Me sonaba familiar sus ojos dorados y su pelo castaño. Era bella, y no hablo en sentido lésbico, puro sentido crítico, objetivo. Me detuve a mirar su ropa, siempre creí que la manera de vestir de las personas reflejaba su personalidad. Ahora bien, si me vieran a mí llena de colores por fuera y tan oscura por dentro se sentirían un poco desorbitados por la falta de concordancia. No era ni muy alta, ni muy baja. Estatura normal. Cuerpo normal. Pero sobre ella habitaba un aura de inquietud, deseo, esperanza y desesperanza al mismo tiempo. Suspiraba demasiado, más de lo normal, más que yo (y eso era decir mucho, muchísimo).
Su ropa me sonaba familiar, hasta que tuve una epifanía. Quizás, y solamente quizás, después de todo lo que estuvo esa mujer en mi cabeza, era un poco extraño que no la reconociera. De repente comencé a reírme silenciosamente. Sí, efectivamente era ella: la mujer del subte con tapizado de cabarute, la mujer de hoy a la tarde, la mujer de las lágrimas.
Mi cabeza se lleno de confusión, ¿era realmente posible que en una ciudad de 3 millones de habitantes, la misma mujer que me produjo desolación y pena se encontrara en la misma librería en la que trabajo, pidiéndome el consejo que yo quería darle incesantemente en el subte? No era solamente posible, sino que estaba sucediendo.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Noches sin reproches IV
Abro las canillas, la presión sale más fuerte de aquella con agua caliente, que la de agua fría. Rio por fijarme en esos detalles. Las cierro, me sumerjo en la bañera, apoyo mi cabeza en un costado y miro el techo. Me dormito entre la espuma y pienso que feliz sería el mundo, a veces, sin mí.
Después de 15 minutos empiezo a jugar con los grifos, los abro y cierro con el dedo gordo del pie. Soy demasiado alta para esa bañera, siempre lo supe y me acostumbré.
Salgo y me miro al espejo desnuda. Casi nunca tengo el valor de hacerlo y, aunque hay algo poético en mi piel, me odio a mí y a mis restantes 15 kilos. Siempre lo supe, solo lo disimulo. Sin embargo él estaba allí en la puerta de la librería, siendo capaz de amarme a mí y a mi exceso de carne, de piel, de desfachatez. Aún así no podía quererlo, creí demasiado tiempo en los finales felices y ahora sé que no existen.
Salgo del baño y voy hacia me habitación, todo seguía igual…un poco más empolvado, un poco más brillante. El sol estaba en su punto culmine, el reloj marcaba las 2.35pm, tenía tiempo de vivir un poco aún, pero no me decidía qué hacer. Aún así nada importaba, yo seguía muriendo junto al pasar de los segundos, mis células perdían fuerza y morían con rapidez inigualable. Siempre me asombró la idea de morir ante los ojos de todos y que ellos solo piensen que morir, es un momento.
Elijo con suma precisión la ropa, intento no repetir, no mezclar y arriesgarme a lo nuevo. Intento ponerme todas las propagandas positivas encima y salir con mi mejor cara de felicidad, como si hace dos minutos atrás no me estuviese muriendo de angustia entre las cuatro paredes de mi departamento en Capital. Salgo y la gente esta corriendo hacia el deber, qué asco me dan...soy tan parte de ellos y tan distinta a la vez.
Miro el reloj y me doy cuenta que estoy por llegar tarde a la librería, no quiero llegar tarde de nuevo. César me va a mirar con sus ojos de regaño y me mandará a la caja, a mí me gusta estar con la gente y ver sus ojos, descifrar sus gustos, sus pasiones. Cobrar es para gente común. Yo quiero inspirar.
Me tomo el subte, siento el olor a electricidad. Llega, se abren las puertas y la gente corre como si tuviesen un cronometro en la nuca, quizás yo también debería actuar así...pero no podría disfrutar de ver sus caras, mi cara. Son solo dos paradas, y tendré que dejar de ser yo para ser mi versión para ellos. Me siento en aquellas butacas forradas con un tapizado de semi-gamuza azul. Me parecen bastante de cabarute, pero me siento. Comienzo a mirar a la gente a mi al rededor, tienen todas mirandas cansadas, preocupadas. Me pregunto como me veré yo al lado de ellos, como me verán, si estoy igual, si estoy mejor. Veo una mujer sentada a mi derecha, mira al vacío y lágrimas brotan incesantemente recorriendo sus mejillas. Intenta disimularlas, he estado ahí, sé lo que se siente. Es imposible. No puedo evitar querer estar en esa cabeza, saber qué es lo que pasa.. y escribir sobre ello. Pero no puedo, soy una pasajera más y estoy por bajarme. Ella sigue ahí sentada, sola, sin tener una solución a su brote emocional. Llega mi parada, la gente se levanta y la pierdo de vista. Subo hacia la superficie. Sigo pensando en ella, en mi trabajo, en inspirar, en escribir, en llegar a horario.
martes, 15 de noviembre de 2011
Noches sin reproches III
Me levanto, bostezo de nuevo, me estiro. Voy al espejo y recuerdo la noche, el día anterior. Él entrando en la librería, buscándome, necesitándome como yo siempre lo necesite. Yo, fría, escéptica, distante. ¿Qué había hecho conmigo?.
Esta vasta y molesta Buenos Aires me recuerda que hay un mundo ahí afuera, abro las cortinas y ahí está, gris, sedienta de vida. No desayuno, abro la cajita de mentas yanquis que tanto me gustan para sacarme el gusto a mañana y me siento en la computadora. Visito el diario, facebook y demás yerbas. Empiezo a escribir, a divagar hasta que se hace la hora de estudiar un poco. Abro los libros, estudiar dos carreras es un reto, pero simplemente nunca pude diferenciar si quería ser periodista o tener una licenciatura en letras, después de todo, es todo lo mismo: letras, mi fuerte.
Antes de si quiera leer un hoja miro de reojo la batería, pienso ¿por qué no?, miro el reloj… ya eran pasada las 10, el consorcio no me podía decir nada. Aún así desisto, me doy cuenta que las ganas son por falta de voluntad de estudiar…como siempre.
Leo un par de hojas, entiendo, escribo, termino. Me acuesto boca arriba entre las sábanas blancas, mamá siempre ponía sábanas blancas en casa, y siempre me gustaron tanto. Suspiro en mi pijamas improvisado, pienso. Mudarme de mi pequeña ciudad en el interior a la gran ciudad era mi sueño, ahora Buenos Aires me da demasiadas ganas de morir, me siento paradójicamente muerta. Lo viví buscando a él y una vez que me encontró, me escapé. Nunca voy a poder entender qué es lo que hace esta ciudad a mí cabeza.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Noches sin reproches II
Renacieron sus ojos miel entre la gente, me miro y no le pertenecí.
Intento poseerme con sus ojos, consumirme como siempre lo ha hecho.
Pero no le pertenecí, me atrevo a creer que quizás nunca le pertenecí,
que quizás fue todo un mal sueño, una aventura masoquista
Se acerco con su majestuosa reconocible belleza,
Dejándome sin aire como siempre, pero sin robarme
Me miro fijo, como si esperara algo de mí,
la reacción obvia que no iba a volver a suceder
Lo mire con el rabillo del ojo, con desprecio, con memoria
- Hola, ¿cómo andás? - Me susurró al oído
Tenía una mezcla de sentimientos adentro, me había encontrado en la ciudad en la que nadie se encuentra a sí mismo, y yo debía responderle porque me había escapado aquella noche. Porque lo use para cerrar las heridas de su autoría
- Bien, ¿qué necesitas? – Después de haber podido amarlo yo estaba alejándome de él, quizás siempre hice lo mismo, siempre después de recibir amor me cerré y lo alejé porque sabía donde terminaba la historia, porque sabía que palabras iban a salir de sus labios, porque no me hace falta imaginación para darme cuenta.
- Pensaba que podíamos hablar, te estuve buscando.
- Yo también me estoy buscando, pero raramente me encuentro ¿sabes?
- Solías decir que cuando estabas conmigo te encontrabas
- Sí, también solía decir que te amaba
Fue un golpe bajo, siempre supe como alejar a alguien, es la parte más fácil, ¿para qué dejarlos entrar, si eventualmente todos se van a marchar? Se quedo tieso mirándome, mi soberbia me gano de mano y solté un prepotente - ¿Qué? – Sacudio la cabeza, como queriendo despejarla, me miro y me dijo:
– Tenías razón, no sos la misma.
- La gente nunca es la misma.
- Pero vos eras tan diferente, tan..
- Tan tuya?
- Tan íntegra.
- No me vengas con ese tipo de boludeces sentimentalistas y espirituales, me haces acordar a mí.
- Ya no tenés esperanza?
- Ya no tengo corazón.
- ¿por qué?
- Es más fácil así.
- No sabía que eras fan del facilísimo
- Y yo que vos fueras psicólogo.
- Quizás deberías conseguirte uno.
- No reflejes en mí tus necesidades.
- Bueno, me voy.
- Ya conoces el camino hacia la puerta.
- ¿No me vas a decir nada?
- ¿Te tengo que aplaudir mientras te vas?
- Baja de la nube, por ahí alguna vez entiendas algo de la vida.
- Baja vos, yo ya me caí hace rato.
- No entendes nada.
- Vos.
Y cerró estrepitosamente la puerta con un estruendo de fondo. Sentí por primera vez que no estaba enajenada ni a él ni a su enojo, era tan fácil hacerlo enojar, hacer que se marchara, que me odiara.. Nunca me había dado cuenta lo mucho que lo conocía sin saberlo.
domingo, 13 de noviembre de 2011
guess she gave you things, I didn't give to you
Tengo contaminación mental a causa de la contaminación visual. Algún día entenderán (aunque espero que no).
jueves, 10 de noviembre de 2011
Noches sin reproches
Se levanta, la cabeza le da vueltas. Su obsesión por las bebidas blancas le trae consecuencias. Se pone una camisa que esta tirada en el piso, agarra su bolso y su ropa. Se dirige al baño.
Blanco y amplio, luminoso. Era un día soleado, esos que indican el nuevo comienzo de algo, el fin de lo malo. Esa clase de día después de una tormenta. Simple.
Se mira al espejo, se arma otra vez. Se reconstruye la desfachatez y deja de lado el amor, a ella no le sirve, le provoca lucidez. Hoy no quiere sentir.
Abre la puerta del baño, allí esta él en la cama, durmiendo, tranquilo, inconsciente de la consiente verdad, libre, tan suyo y queriendo ser tan de ella, tan rechazado.
No se trataba de amor esta vez. Era venganza mezclada con anhelo. Pero nunca amor, era imposible que fuera amor. Ella no sentía esas insensatas reacciones.
Abre la puerta silenciosamente y se marcha al ruido de la sucia ciudad. Deja, finalmente, el pasado atrás cerrando todas las puertas para que no se pueda filtrar. Sella viejas emociones, anula puertos débiles y sonríe. Ahora él sufrirá su calvario.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Lean atentos.
martes, 8 de noviembre de 2011
STOP.
lunes, 7 de noviembre de 2011
Palco Vip.
Días que marcan destinos.
Se sienten aires de cambios, aires radioactivos.
Su mirada de titanio.
Enmarcada en su sonrisa, mona lisa.
Triste-feliz.
Secretamente encirptada. Sin traducción.
Me gusta mirarla desde la cama.
Hermosa, sencilla, disfrutando la tranquilidad de la música.
Me gusta sentir tu olor a avellana, mezclado con gotas de jazmín.
Rodeando mis sábanas
No se deja mirar, no se deja querer.
Prefiere la oscuridad. Jamás ceder.
Su piel dorada parece un espejo, refleja lo que quieres ver.
“A buen entendedor, pocas palabras” me dice y se va.
Se marcha de mi vida y no la puedo encontrar.
Está perdida en la ciudad.
En el mundo gris de esta Buenos Aires que no la deja en paz.
Su mirada de titanio.
Enmarcada en su sonrisa, mona lisa.
Triste-feliz.
Secretamente encirptada. Sin traducción.
Se marcha de aquí, se queda en mí.
Y no me deja ir.
Ella es biónica.
domingo, 6 de noviembre de 2011
sábado, 5 de noviembre de 2011
Your skin makes me cry.
Rosario se divide entre la carnalidad y la traición, la lucha y la derrota, el odio y la pasión. Rosario se divide, me divide: en ellos y yo, en lo que soy y lo que muestro. En todo esto.
No entiendo cómo funciona la vida, no entiendo cómo hacerla funcionar.
No puedo confiar en la gente. Eso es darle poder. Poder de destrucción.
Y yo soy débil, no puedo correr ese riesgo. Duele. Dolió.
No lo vas a entender.
Porque cuando mi versión menos cerrada parece cruel, no se puede hacer más nada.
No lo vas a entender.
Cuando el absurdo parece absurdo para el ajeno, demuestra que no lo van a entender.
En mi oscuridad es tan claro, es tan tranquilo.
No puedo ceder.
Me voy a esconder. Lo sabes.
Soy así, invisible a la luz del sol. Intocable. Mía, siempre mía.
No vas a poder entrar.
No voy a ser tu acto de caridad.
No voy a necesitarte. No vas a estar ahí.
Porque ya necesité, no estuvieron ahí. Y dolió.
No quiero versión beta.
Ya baje la guardia.
Ya falló.
Ya dolió.
There are not second chances.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Rosario II
Lastimosamente, esta cualidad se está volviendo popular. Se está volviendo moda.
El mundo under, va de a poco renaciendo de sus cenizas para volverse popular, y todas las Barbies Huecas y los Machos Alfas están eligiendo el camino de lo alternativo, sin entender porqué. Dejándonos a aquellos quienes nos hemos sentido refugiados en aquel mundo de la frivolidad de la realidad, huérfanos de universo para escapar.
jueves, 3 de noviembre de 2011
The darkness gets deeper.
Las construcciones están a flor de piel en Rosario, molestando por doquier, el polvo, la gente, las bocinas, los gritos, yo. Noviembre es un mes conflictivo, el año ya termina, ya termina? Si, ya termina. Gracias a Dios. De cualquier manera, la gente no sonríe por la calle y yo me pongo mis lentes negros para ver sus ojos con descaro, para notar que no son felices, preguntándome porque.
Son las 6 am, mi perro esta acostado cual humano en la cama, los apuntes desparramados en el piso. Mi cuello no da tregua y decide estallar en tirones de dolor. Aún así, sigo. Sigo porque vivir es inherente a mí, porque terminar con mi vida no está en la lista de cosas para hacer, y si alguna vez me retumbó como una idea apetitosa, ya no lo hace más.
Estoy intentando buscar un sentido, una razón, un por qué. Me alieno a las obligaciones y no me dejo ser, hago las cosas de una forma automática para no sentir el tedio. De noche soy electricidad y de día soy el viento, estoy pero no me siento viva.
Soy luz en la oscuridad, mezclada con algo más para poder brillar; intento embustirme, escaparme de esta realidad. Querer y no extrañar.
Crecí, desde enero a abril, desde mayo a agosto, desde agosto hasta aquí. Me gusta mirarme en el pasado, sonreír por aquella ingenuidad intacta que tenía, por ese ángel que a veces mato a garrotazos. Pero él sigue ahí, dándole magia a mi forma de ser. Ese ángel que tengo dentro mío que me hace inimputable, eterna, frágil y severa. Que me llena y me hace especial, el 1%.
¿Cuánto de todo lo que hiciste te hace sentir orgulloso?, ¿Cuánto de vos merece ser felicitado?. Por lo pronto, yo solo estoy aprendiendo a vivir, pero vos, vos que pretendes tener tu vida solucionada, vos que estas feliz con tu Dios, a veces mi Dios, a veces el Dios de nadie, ¿qué te hace vivir?, ¿qué te hace sentir?
Me pregunto si algún día voy a levantarme, mirarme al espejo y no reconocerme. Me pregunto si puedo aún más perderme. Los cambios son buenos, pero a mí no me gustan los cambios, no los llevo bien hasta que los incorporo porque no queda otra opción. Siempre hay otra opción, pero nos gusta creer que no. Siempre tenés la opción de levantarte y dejar la habitación, dejar tu vida, tu cabeza en algún lugar.
Alguien esta fumando estrepitosamente en algún balcón, alguien está llorando en su habitación, alguien está haciendo el amor. Siempre me pregunto qué estaré haciendo yo (vos).
Alguien que está pretendiendo creer, que está pretendiendo importarle. Todos fingen y alguien es real. Alguien que puede ser vos, pero que siempre soy yo. Alguien que es alguien qué murió.