miércoles, 4 de enero de 2012

Nada más.


Entre las coordenadas del tiempo me vuelvo inexacta, invisible. Me encuentro en la humedad de un callejón sin salida y me pierdo en un mundo con posibilidades. La luz golpea mi piel a la mañana con una violencia invisible y desmesurada, constante, fluida.. mis ojos se asustan, mi corazón se acelera y todo mi cuerpo revive de una vez.
Mi respiración comienza de ser inconsciente a ser completamente voluntaria, por ahora. Jamás me dí cuenta lo diagramada que estuvo mi vida hasta que perdí algo que se suponía que no debería perder, hasta que perdí a alguien que no se suponía que me iba a abandonar, a alguien que prometió estar ahí para siempre.
Quedé a la deriva. A la deriva quedé.
Sola.
Quieta.
Fría.

Nunca en mi vida conocí una persona así. Por sus poros derrochaba arte y causaba en mí, una sensación narcótica. Sobredosis de endorfinas. Camina(ba) por la ciudad descuidando su aspecto y detallando cada preciso momento. Sonreía como si tuviese 12 años, con su labio inferior más prominente que el superior, con sus ojos en degrade, con picardía, asesino.
Quería vivir eternamente en sus fotos y renacer todas las mañanas en su edredón, borracha de éxtasis, de su perfume. Borracha de peligro. Vulnerable.
Jamás me preocupo ser su presa, jamás me molestó sentirme embelesada y drogada por su presencia. Tonta, estúpida, a corazón abierto.

1 comentario:

  1. Eduardo Galeano escribió que el amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas,me parece que tu texto refleja un poco eso...se respira un olvido que quiere ser y un recuerdo que pugna por ya no ser,muy bueno,saludos ;)

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