Mis inseguridades que se muestran a través de las grietas del concreto de mi corazón, fuego ardiente que apaga a besos. No quiero ceder, por temor a caer un precipicio sin retorno, pero ¿qué tal si ya caí?. No quiero entregarme, porque peco de sometimiento, y sin embargo mis parábolas sobre el amor se mantienen firmes como los valores que tenía de bandera en mi adolescencia.
Dos individuos que comparten su vida, no que se fusionan. La posesión como pecado, y el amor como una gloriosa representación de que si duele, no lo vale. Esas son patrañas de la racionalización de un dolor que jamás debería haber surgido. El amor representado no como un favor, sino como una elección diaria.
Te amo tanto, que no duele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario