Ella sonríe y la cicatriz que reside en su nariz se vislumbra.
Está sentada en un sillón blanco del siglo XIX,
con el corazón en las manos y su cabeza en las nubes.
Él tiene las expectativas a flor de piel.
Ninguno de los dos sabe que hacer.
Pero saben que se quieren tener.
Siempre se quisieron tener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario