domingo, 20 de mayo de 2012

Ave Fénix I

El año había pasado corriendo, con la furia de un Huracán. Sentía que finalmente había empezado a vivir, a sentir todo ello con lo que alguna vez soñé, había dejado mis mañas cascarrabias de lado porque había encontrado al hombre que domó la bestia, al hombre que me hacía mejor mujer.
Si la vida es una sucesión de personas que pasan hasta que uno finalmente encuentra al correcto engranaje, éste se podía decir que es el momento, y que agradezco que mi línea de candidatos fue corta.
Mi vigésimo primer cumpleaños se acercaba, y junto a él una nube de responsabilidades comenzaba a derramar gotas sobre mi cabeza. Trabajo, carrera, estudio, años, amigos. Todo sonaba más importante de lo que parecía a los 15 años. Y sí, estaba bien.. eso es crecer. O al menos eso nos hacen creer.
Muchas veces (y por mucho, digo siempre), tengo la sensación que la vida es una casete que se repite una y otra vez, pero en diferentes personas. Muchos de mis amigos me cuestionaron por ser parte del sistema. A veces me lo cuestiono yo también. Cada vez, termino creyendo que no tengo otra opción. Pobre de mí.
Mi lista de cosas para hacer antes de morir está mitad completa y mitad vacía. Me alegra poder llegar a una edad tan significativa sabiendo que hay muchas tildes en ella, sabiendo que hubo ciertos momentos en mi vida en los que yo tuve el control.
Jamás supe por qué los 21 años son tan importantes. En Estados Unidos inicia la cultura alcohólica de los jóvenes, supongo que es un hecho para celebrar. En Argentina, gracias a la modificación de varias leyes, simplemente finaliza la manutención por parte de los progenitores.. pero seamos honestos ¿cuántos tienen un trabajo a esa edad?, ¿cuántos se han si quiera recibido?. Exacto, no marca nada trascendental y aún así, define una era. Supongo que en cierto lado, es mera costumbre pseudo-legislativa.

Y acá estoy yo.

Todo iba a desarrollarse normalmente, iba a tener esas grandes fiestas de cumpleaños que yo solo sé organizar (bueno, yo y mi mente confabuladora que está pensando en ello seis meses antes). Mi vestido clásico de lentejuelas estaba colgado en el placard, el domador estaba durmiendo en la cama, paciente y yo me encontraba en pleno alba revisando mails. Cuando mi celular vibro frenéticamente.
Era él. Aquel pasado que siempre vuelve, como el sabor ácido al repetir una comida, como la raíz en una caballera teñida.

"¿Adivina quien está in town?" eran las 5 palabras que brillaban frente a mí en la oscuridad de la habitación.


Me volví a sentir muerta.

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