Ella estaba allí, bajando de su habiación. Él la esperaba impaciente, temblando. Tomó el asensor que daba directo al loby del hotel, ella no quería dar mas vueltas, no quería esperar más. Sabía justo lo que iba a hacer desde que la recepcionista llamó a su habitación para decirle que un muchacho la esperaba abajo, sabía que hacer desde el momento en el que se puso dos gotas de su perfume favorito, se vistió con esas coloridas sedas y calzo su sandalia de lentejuelas. Siempre supo que hacer, siempre.
El asensor abrió sus puertas en planta baja, y allí estaba el impaciente, esperando verla. Sus ojos se encontaron e hicieron un ruido casi sordo, como un eterno magnetismo puro sus sonrisas se mostraron a la par y las piernas fallaban en un trote vivído que culmino en el abrazo mas dulce y esperado de todos. Un abrazo que termino con el tiempo y un suspiro. Un abrazo deseado, esperado, añorado.
El cerebro no tuvo tiempo de carburar, y el corazón dejo libre los sentidos y los impulsos, para que recorrieran la mas larga travesía llena de besos y caricias. No importaban los títulos, no importaban los obstaculos, ni que era exactamente el rol de cada uno en la vida del otro. No importaba nada, porque no era la lógica hablando. Era el amor, en su maxima expresion.
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