jueves, 6 de septiembre de 2012

Revelaciones.


Entre las calles tumultuosas, dos cabezas se asoman entre la muchedumbre, sus miradas se encuentran y las sonrisas automáticamente se despliegan. Dos extraños conocidos, atraídos en el mismo lugar permanentemente, por primera vez.
Se quedaron quietos, enfrentados, soldados al piso, mientras las bocinas de los autos furiosas reclamaban lugar. Quedaron estancados, suicidas. Y sólo suspiraron unas palabras, filtradas de frenéticos pensamientos.

- Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
- No, en realidad no.
- Bueno boluda, vos entendés.

Quiso decirle que sí, que lo entendía, que siempre lo entendió. Pero no podía mentirle y fingir una intimidad vencida. No podía entregarle su alma para que la mezclara con la suya y actuar como uno. Estaban muy lejos uno del otro, miles y miles de kilómetros de distancia tenían esos corazones. Y no, ella ya no lo entendía.

- Nos van a matar.
- ¿Tenes miedo?.

Por segunda vez intentó decirle que sí, que lo tenía, que siempre se sintió frágil cerca de él, sin protección. Que lo veía como un gigante que en cualquier momento podía derribarla rompiéndole de nuevo el corazón. Pero por alguna razón se sentía más fuerte que la última vez, sentía que ella era el gigante, que nada podía derribarla.

- No, ya no le tengo miedo a nada.

Y se fué, dejándo a aquél pasado solo en el medio de la calle. Abandonando algo que, en otro momento, hubiese dado su vida por tener. Porque todo llega siempre en el momento equivocado. Hasta que no. Y nos llenamos de la dignidad perdida. O hasta que alguien llega y nos enseña que amar bien, se puede.

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