miércoles, 30 de noviembre de 2011

Noches sin reproches IX

Pensé que mudarme, que cambiar de aires, podía mejorar algo en mí, llenar el vacío que siempre tengo, darme una razón para seguir viva. Aún así, voy caminando por las calles de Buenos Aires y no puedo evitar sentirme como siempre me sentí toda la vida: vacía, nunca suficiente.
Jamás todo lo que tenía fue bastante para hacerme feliz. Siempre me sentí acosada por esa sensación de sentir todo el tiempo la guillotina en el cuello por no cumplir con las expectativas, esa mentira de convertir las expectativas de los otros en las tuyas. De mentirme, porque no puedo evitar tener dentro mío el chip de complacer. Creo que en cierta medida a todos nos pasa, algunos maduran y dejan estas sensaciones atrás. Yo no puedo, forma parte de mí aunque ya no quiera, aunque me haga mal.

Después de esa semana metafísica que tuve, los meses siguieron corriendo como si nada importara. En la facultad me seguía yendo mal pero bien, intentando salvar materias suicidas en últimos momentos y recibiendo felicitaciones de parte de mis profesores por mis historias.
A pesar de eso, no podía evitar ver en sus miradas decepción, sentía sobre mí sus miradas de acero y sus mentes pensando “si te esforzaras más, serías brillante”. Siempre lo sentí, pero el asunto es que yo no quiero esforzarme, no me interesa. Prefiero vivir la vida lo más que pueda, que tener una nota más alta. Es decir, ¿de qué sirve ser un alumno 10 si toda tu juventud la pasaste entre libros?, de qué sirve si no vivís nada?

Y en mi teoría había un pequeño charco, una falencia, un error. Porque lo que menos estaba haciendo en ese momento, era vivir mi vida.

No amaba, no sonreía, no sentía. Me sentaba en mi sillón a mirar el cielo y compadecerme por mi vida. Me sentaba ante la vida, pero no hacía nada por ella. Angustiantemente estática, y no había nada que me movilizara a cambiar. Nada.
Exactamente 3 meses después de nuestro primer encuentro (y en mi peor momento depresivo), suena el cascabel de la puerta de la librería, a las 8 menos 5 de la noche.

Era él de nuevo.
Llorando.
Rogando.
Vulnerable.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Me haces bien.

Rosario se estuvo iluminando un poco los últimos días, el verano esta casi en puerta y casi en mi corazón. Los días son un poco más largos, mucho más hermosos y mi humor va rondando entre excelente a muy bueno diariamente.
La gente ya no me provoca tanto odio, de hecho ya ni me importan. Camino por la calle mirando el cielo tanto de día como de noche. Me encanta hacer eso, sentir que no solo me preocupo por lo que hay en la tierra, sino que miro más allá. Outside the box. Siento que soy capaz de ver lo superficial, pero también un poco más allá, un poco más adentro. Locuras mías.



Después de un tiempo, después de analizarme con música depresiva y mucho humor, me dí cuenta que "Rosario" es más que una ciudad, es mí estado de ánimo, es mí interior en muchas maneras. Caí en la conclusión que uno es muchas veces como ve a las cosas genéricas, en mí caso, una ciudad, mí ciudad. Rosario comenzó a revivir, porque yo comencé a revivir.

Noches sin reproches VIII

La semana continuó con su monotonía rutinaria. Si por un momento pensé que Ana volvería por la librería, me equivoqué, no lo hizo. Ni esa semana, ni la siguiente, ni nunca.
Mentiría si no dijera que me sentí un poco abandonada y bastante vulnerable, jamás había confiado en nada ni nadie, y ella en menos de 15 minutos había impugnado su presencia en mí más que nadie más. Quizás el hecho de confiar no solo reside en nosotros, sino en la lectura que realiza la otra persona de vos, a veces no hace falta hablar, simplemente observar.
De a poco, quise ir olvidándome de ella, pero su tan descifrable frase (sarcasmo ON), no me dejaba. Buenos Aires era la ciudad, la selva…el destino, Dios, o como se me ocurra llamarle a la fuerza qué esta por arriba, debía hacer que la cruzara, que encontrara mi respuesta, al menos por una vez en la vida.

Siempre fui un poco cabrona e intente arruinar la mayoría de mis relaciones. De buscar defectos soy experta, esos defectos son cosas que mis anteriores novios no pudieron jamás aceptar.
El silencio es algo tan hermoso, algo tan primordial en una relación de dos. Atesoro a la soledad tanto como al silencio, pero no, ellos tenían que llenar espacios con frases como “Qué lindo esta el día, ¿no?”, a lo que mi cabeza cínica solo podía responder “si amor, ambos nos dimos cuenta, ahora cállate”. Sí, y aún con esas respuestas las relaciones seguían un par de semanas más, más que estúpidos eran héroes (Pero en mi defensa, ellos sabían donde se metían).
Ustedes díganme, si dos personas no pueden estar armónicamente en silencio, tranquila ¿de qué sirve?, ¿de qué sirve estar llenando espacios incómodos? Siempre tuve el ideal, que el silencio entre dos personas que se corresponden no es más que algo hermoso, y nunca incómodo. Con ellos era el infierno, con Ana, no.

¿Qué me estaba pasando?

viernes, 25 de noviembre de 2011

25 de Noviembre, Día Mundial Contra la Violencia de Género.


La violencia de género es el tipo de violencia física o psicológica ejercida contra cualquier mujer por el mero hecho de serlo, teniendo ésta distintas manifestaciones. Sin embargo, debido a la amplitud que abarcan las distintas formas de violencia y a que no todos los estudios se enfocan en las definiciones, identidades y relaciones de género, no toda la violencia contra la mujer puede identificarse como violencia de género, ya que por definición, el término hace referencia a aquel tipo de violencia que socava sus raíces en las relaciones y definiciones de género dominantes existentes en una sociedad, por lo que es habitual que exista cierta confusión al respecto.
En este contexto, una de las definiciones más aceptadas es la aprobada en diciembre de 1993 por la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, y que indica que este tipo de violencia se refiere a:

«(...) todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada»
(Asamblea General de la ONU. Resolución 48/104, 20 de diciembre de 1993).

La violencia de género por lo tanto:

«(...) agrupa todas las formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer en función de su rol de género: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, etc. independientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agresor y víctima, que pueden ser de tipo sentimental, laboral, familiar, o inexistentes»
(de Celis, 2011, p. 95).

Ésta es desgraciadamente una realidad que viven día a día cientos de mujeres, no solo por medio de golpes, sino también por medio de insultos y humillación, todo tan solo por ser considerado el "sexo más débil".
Hombres, sean hombres y traten a las mujeres como mujeres.
Mujeres, no toleren ser golpeadas por amor, eso no es amor.
Nadie merece ser tratado así.

Lo mío es maquillaje, lo de ellas es realidad.
Hombre que pega, no es hombre.
Basta de violencia de género.

jueves, 24 de noviembre de 2011

martes, 22 de noviembre de 2011

Noches sin reproches VII

Me costó un poco de tiempo determinar cuál era el fin, el propósito de mi vida. Siempre fui de cuestionarme todo, absolutamente todo. Mi vida, mis sentimientos, mis amigos, mis reacciones. Mucha gente me grito, con razón, que pensaba demasiado todo. Siempre me pregunté si realmente eso estaba mal. No sería capaz de tolerar jamás en la vida no cuestionarme nada, no pensar nada, no sentir. ¿Cómo hacen?, ¿Van contentos por la vida sin preocupaciones, sin dudas, sin temores, sin...esencia?
Quizás yo llevo las cosas a sus extremos, sé que jamás tengo punto medio. Pero en alguien no puede haber ausencia de motivación, ausencia de esencia. No soportaría la idea de un ser humano en la tierra desperdiciando su existencia en vicios sin fin (naturalmente tenía que haber nacido idealista y romántica – entiéndase de la corriente, no la cursilería).

Luego de aquella frase encriptada que Ana me dijo al marcharse, no pude evitar pensar en su significado en el camino de vuelta a casa.
De noche, la ciudad se vuelve un mundo salvaje, en todos sus significados posibles. La gente que teme a la luz, a los ojos juzgadores, los excluidos sociales salen a cazar un poco de luz de luna, sale a vivir, a respirar aquel aire tóxico que necesitan, su oxígeno contaminado de vanidad y poder. Los subtes se vuelven un poco más solitarios que a hora pico, y como siempre me detengo a observar las caras de todos, las caras de nadie, buscando la próxima Ana, buscando una historia para escribir al llegar a casa. Buscando algo más.
La ciudad es un zoológico, y los subtes son pequeñas sucursales de él. A mi derecha, había una pequeña pareja de ancianos, abrazados. Ella apoyaba la cabeza en el mentón de él, él se ocupaba de sostenerla lo más que pudiera en sus brazos. Respiraban al mismo ritmo, al mismo compás. Había tanta belleza en esa imagen, todavía los recuerdo, había amor, había amor en el medio de la toxicidad visceral. Quise ser ella por un minuto, sin importar que me quedaran menos de 10 años de vida, porque en el fondo de mí sabía que si estuviese en sus zapatos ortopédicos número 37 y al lado de ese hombre que la protegía como si fuese el tesoro más preciado del universo, iba a ser más feliz que lo que era en mis ya, 22 años de existencia.
Me quede absorta en un punto fijo, mirando al piso, como si nada de lo que pasaba alrededor mío importara. Me quede pensante, buscando respuestas, descifrando palabras.

“Por ser vos…” ¿A qué se refería “por ser yo”?, jamás nadie me había agradecido por ser así, nunca me sentí especial, única. Quizás en mis viejos días en Rosario me sentía un sapo de otro pozo, pero eso no es ser especial, es ver a la gente en la calle y pensar “yo no pertenezco acá, yo soy parte de algo más grande” (sin trasfondos religiosos, claramente, Dios jamás me sirvió de ayuda).
Me acuerdo que dijo un par de palabras para sí misma, en voz baja e inentendible. Juro que quise escucharlas, pero tantos años de auriculares a volumen 30 perjudicaron bastante mi capacidad auditiva, disminuyéndola notoriamente. No había forma.
Después de decirme aquello, dio media vuelta y se fue. Lo que dio una tonada más bizarra a la situación.

Llegue a mi edificio, me equivoque en el orden de las llaves como siempre. Al entrar prendí la luz y ahí estaba mi paraíso. El departamento no era muy grande, o quizás sí para una sola persona. Me gustaba demasiado vivir sola, se sentía bien. Siempre supe llevarme de maravillas con la soledad, sino pregúntenles a mis ex-novios, que estaban más celosos de ella que de todos mis amigos varones.
Hoy iba a pensar toda la noche, iba a volver a buscar significados y hacer el amor con la soledad.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Noches sin reproches VI

Siempre tuve una especie de conflicto conmigo misma. Una especie no, siempre tuve un conflicto conmigo misma. Tengo asuntos no resueltos, traumas y emociones reprimidos…pero de alguna forma parece que ese combo de cosas en mí encuentran una neutralidad. Es por eso que escribo, estoy segura.
Jamás me gusto darle opiniones sobre las cosas a la gente, nunca me sentí en esa posición de, por un lado, experiencia y, por el otro, sabiduría. Uno le pide consejos a otra persona porque ve en ella un referente. Yo no quiero que nadie me mire como referente, no está bien, no es correcto, es retorcido e impersonal. Cada uno debería ser su propio referente. Yo no. Yo no. Que algún Dios me libere de esa maldición.
Algo parecido me pasa con los consejos, los consejos son mensajes que uno le transmite a alguien con la esperanza de dejar una enseñanza, con la esperanza de influenciar una opinión que indirectamente se dirija a nuestro concepto de lo que está bien y lo que está mal. Que siga nuestros parámetros, no los del otro. Son mensajes que uno da por haber vivido esas mismas situaciones o quizás por tener una moral muy determinada. Son mensajes, que pueden ser recibidos o no. Mensajes pedidos y que no puedo evitar dar. Irónico.
Soy buena consejera. Será porque sé que decir, sé cómo actuar. Será porque la frase “haz lo que digo, pero no lo que hago” se aplica demasiado bien para mí, perfect fit. Porque cometí demasiados errores en mi corta vida, porque viví situaciones no-aplicables a mí edad, porque tengo un poco de lo que algunos llamarían “calle” pero a mí me gusta decirle “dolor”, “realidad”. Y sin embargo, hay gente que cuestiona si tengo tales condiciones, si solo finjo el dolor y la experiencia. A ellos me gustaría decirles: vengan y vivan mi vida.

Miré el reloj, eran las 8 en punto y “Ana” seguía ahí, tocando los libros con la mano, sintiendo el olor y la textura de sus tapas, haciendo lo que yo hago todas las tardes a penas entro. Viviendo las hojas. Aunque no los haya leído a todos, disfrutaba de su compañía. Es una sensación sublime.

Suspiró y miró su reloj.

- Ya deberías cerrar, ¿no?
- A las 8 cierra el local, a las 8:01 abre el consultorio sentimental

Las dos nos reímos fuerte y con un aire nostálgico. Ella estaba buscando ahí lo que yo busque toda mi vida y que solo me pudo dar una persona. Estaba buscando un oído y una copa de vino blanco.

- Un día duro eh?
- Todos mis días son duros – “¿Así de emo sonaré yo?” me pregunté -
- Ese es el punto – atiné a decirle
- Perdón?
- No me disculpes el atrevimiento, es que siempre pensé que si uno siente que la está pasando mal, tiene que tener en cuenta que hay alguien que la esta pasando 10 veces peor. Vos estás en tu cama llorando, pero otra persona está en la calle llorando. Sin nada.
- Entiendo, sos de las positivas.
- Dios me libre de tal augurio.
- Entonces?
- A veces se me da por vivir y pensar fuera de mi burbuja. Al dejar de mirar el propio ombligo, se pueden ver y entender cosas maravillosas.

Se quedo un rato pensando, yo mientras decidí a terminar de contar la caja y ordenar todo. Supuse que se iría cuando yo lo hiciera.
Cuando terminé de hacer mis deberes, procuré que se notara evidente el ruido de las llaves y mi brusco movimiento para agarrar el bolso. Entendió lo que significaba y enfilo su esbelto cuerpo hacia la puerta. Era alta, no más que yo, pero era alta.
Abrí la puerta y salimos ambas, cerre las cuatro mil cerraduras que César se encargó de ponerle al pequeño negocio en la calle “Cucha-Cucha” de Caballito. Siempre pensé que era mucho más útil una persiana común y corriente. César era excéntrico, era glorioso.

- Fue un gusto poder compartir un poco de silencio con vos. – Le dije
Me miró y puso los ojos en otro mundo. Quede incómodamente quieta, entre una mujer que aparentemente se había abstraído hacia su propio mundo y entre el frente de un local con cuatro mil cerraduras, cerrado (valga la redundancia). Quería marcharme con demasiadas ansias. Escapar a mí pequeño departamento en Capital. Esfumarme.

De repente, de la nada, me miro fijo. Respiro profundo y abrió su boca dejando salir una brusca acusación.

- Vos estabas hoy en el subte – La miré sorprendida. Se había dado cuenta de mí identidad. Un poco de miedo mezclado con vergüenza me colmó el alma, no sabía ni que decir, ni que hacer. Había estado fingiendo no conocer su situación todo el tiempo, le había mentido sin si quiera quererlo. “Busted Rebecca, busted” decía la molesta vocecita en mi cabeza similar a la de María Callas. Destructoramente bella, como todo en mi interior.
- Sí – respondí.
- Y sin embargo no dijiste nada...
- Bueno, es que…ehm..
- Gracias.
- ¿Qué? – No era ciertamente la reacción que esperaba.
- Gracias.
- Sí, sí. Eso lo escuché. Pero ¿por qué?
- Por ser vos...

Todo esto lo entendería un par de horas después.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Merecido respeto


"Mi única ambición es llegar a escribir un día más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer"

Victoria Ocampo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Noches sin reproches V

Seguí pensando en esa mujer y en esos ojos por el resto del día. Llegué 3.30 en punto a la librería, entrando bajo la frase “César, ni un minuto más, ni un minuto menos”. Sonrío y me dijo “tu picardía te salva”. Suspiré, atención al cliente era lo mío hoy.
Entraron un par de adolescentes buscando libros huecos y sin sentido. Me tranquilicé y las asesoré lo más objetivamente posible, es imposible influenciarlas cuando es un capricho. Entró una mujer de mi edad, unos 22 años. Me contó que escribía y le gustaba mucho leer Agatha Christie, sentí por un minuto que estaba hablando con otra versión mía, buscaba clásicos, coincidencia número 3, o un millón más o menos. Le recomendé “Amor en tiempos de cólera” de Gabriel García Márquez. Nadie puede vivir sin haber leído esa novela. Sin haber sentido esa novela.
Por un tiempo nadie entro al local, César me dejo las llaves y me dijo que se iba a hacer algunas diligencias, qué cerrara yo. Raramente se me paso la tarde sin pensarlo, quede rodeada del olor a libros nuevos, en soledad y un perfecto silencio. Ideal.
A 5 minutos de cumplirse la hora para contar la caja y demás…entra una mujer, no preste atención, muchas veces he entrado a librerías sin que si quiera notaran que estaba allí o solo para mirar en el último minuto de vuelta a casa, pensé que era por ese mismo motivo por el cual aquella desconocida me visitaba.
- Hola. – Escucho de fondo.
- Buenas Noches, ¿Necesitas algo?.
- Un consejo – y ahí levanté mi mirada sorprendida
- Si es al respecto de algún autor, encantada. Si es al respecto de la vida, no me hago responsable.
Las dos reímos.
Se quedo dando vueltas otros segundos por el local, y decidí mirarla con detenimiento. Me sonaba familiar sus ojos dorados y su pelo castaño. Era bella, y no hablo en sentido lésbico, puro sentido crítico, objetivo. Me detuve a mirar su ropa, siempre creí que la manera de vestir de las personas reflejaba su personalidad. Ahora bien, si me vieran a mí llena de colores por fuera y tan oscura por dentro se sentirían un poco desorbitados por la falta de concordancia. No era ni muy alta, ni muy baja. Estatura normal. Cuerpo normal. Pero sobre ella habitaba un aura de inquietud, deseo, esperanza y desesperanza al mismo tiempo. Suspiraba demasiado, más de lo normal, más que yo (y eso era decir mucho, muchísimo).
Su ropa me sonaba familiar, hasta que tuve una epifanía. Quizás, y solamente quizás, después de todo lo que estuvo esa mujer en mi cabeza, era un poco extraño que no la reconociera. De repente comencé a reírme silenciosamente. Sí, efectivamente era ella: la mujer del subte con tapizado de cabarute, la mujer de hoy a la tarde, la mujer de las lágrimas.
Mi cabeza se lleno de confusión, ¿era realmente posible que en una ciudad de 3 millones de habitantes, la misma mujer que me produjo desolación y pena se encontrara en la misma librería en la que trabajo, pidiéndome el consejo que yo quería darle incesantemente en el subte? No era solamente posible, sino que estaba sucediendo.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Noches sin reproches IV


Abro las canillas, la presión sale más fuerte de aquella con agua caliente, que la de agua fría. Rio por fijarme en esos detalles. Las cierro, me sumerjo en la bañera, apoyo mi cabeza en un costado y miro el techo. Me dormito entre la espuma y pienso que feliz sería el mundo, a veces, sin mí.
Después de 15 minutos empiezo a jugar con los grifos, los abro y cierro con el dedo gordo del pie. Soy demasiado alta para esa bañera, siempre lo supe y me acostumbré.
Salgo y me miro al espejo desnuda. Casi nunca tengo el valor de hacerlo y, aunque hay algo poético en mi piel, me odio a mí y a mis restantes 15 kilos. Siempre lo supe, solo lo disimulo. Sin embargo él estaba allí en la puerta de la librería, siendo capaz de amarme a mí y a mi exceso de carne, de piel, de desfachatez. Aún así no podía quererlo, creí demasiado tiempo en los finales felices y ahora sé que no existen.
Salgo del baño y voy hacia me habitación, todo seguía igual…un poco más empolvado, un poco más brillante. El sol estaba en su punto culmine, el reloj marcaba las 2.35pm, tenía tiempo de vivir un poco aún, pero no me decidía qué hacer. Aún así nada importaba, yo seguía muriendo junto al pasar de los segundos, mis células perdían fuerza y morían con rapidez inigualable. Siempre me asombró la idea de morir ante los ojos de todos y que ellos solo piensen que morir, es un momento.
Elijo con suma precisión la ropa, intento no repetir, no mezclar y arriesgarme a lo nuevo. Intento ponerme todas las propagandas positivas encima y salir con mi mejor cara de felicidad, como si hace dos minutos atrás no me estuviese muriendo de angustia entre las cuatro paredes de mi departamento en Capital. Salgo y la gente esta corriendo hacia el deber, qué asco me dan...soy tan parte de ellos y tan distinta a la vez.
Miro el reloj y me doy cuenta que estoy por llegar tarde a la librería, no quiero llegar tarde de nuevo. César me va a mirar con sus ojos de regaño y me mandará a la caja, a mí me gusta estar con la gente y ver sus ojos, descifrar sus gustos, sus pasiones. Cobrar es para gente común. Yo quiero inspirar.
Me tomo el subte, siento el olor a electricidad. Llega, se abren las puertas y la gente corre como si tuviesen un cronometro en la nuca, quizás yo también debería actuar así...pero no podría disfrutar de ver sus caras, mi cara. Son solo dos paradas, y tendré que dejar de ser yo para ser mi versión para ellos. Me siento en aquellas butacas forradas con un tapizado de semi-gamuza azul. Me parecen bastante de cabarute, pero me siento. Comienzo a mirar a la gente a mi al rededor, tienen todas mirandas cansadas, preocupadas. Me pregunto como me veré yo al lado de ellos, como me verán, si estoy igual, si estoy mejor. Veo una mujer sentada a mi derecha, mira al vacío y lágrimas brotan incesantemente recorriendo sus mejillas. Intenta disimularlas, he estado ahí, sé lo que se siente. Es imposible. No puedo evitar querer estar en esa cabeza, saber qué es lo que pasa.. y escribir sobre ello. Pero no puedo, soy una pasajera más y estoy por bajarme. Ella sigue ahí sentada, sola, sin tener una solución a su brote emocional. Llega mi parada, la gente se levanta y la pierdo de vista. Subo hacia la superficie. Sigo pensando en ella, en mi trabajo, en inspirar, en escribir, en llegar a horario.

martes, 15 de noviembre de 2011

Noches sin reproches III

Suena la alarma del reloj, ese misterioso y frenético gallo que me asusta al levantarme pero que elegí por no tener más remedio. Me siento en la cama, toco mis ojos, los abro, los cierro...bostezo para que los lentes de contacto se humedezcan y pueda ver más rápido, jamás me los saco y sé que está mal, muy mal.
Me levanto, bostezo de nuevo, me estiro. Voy al espejo y recuerdo la noche, el día anterior. Él entrando en la librería, buscándome, necesitándome como yo siempre lo necesite. Yo, fría, escéptica, distante. ¿Qué había hecho conmigo?.
Esta vasta y molesta Buenos Aires me recuerda que hay un mundo ahí afuera, abro las cortinas y ahí está, gris, sedienta de vida. No desayuno, abro la cajita de mentas yanquis que tanto me gustan para sacarme el gusto a mañana y me siento en la computadora. Visito el diario, facebook y demás yerbas. Empiezo a escribir, a divagar hasta que se hace la hora de estudiar un poco. Abro los libros, estudiar dos carreras es un reto, pero simplemente nunca pude diferenciar si quería ser periodista o tener una licenciatura en letras, después de todo, es todo lo mismo: letras, mi fuerte.
Antes de si quiera leer un hoja miro de reojo la batería, pienso ¿por qué no?, miro el reloj… ya eran pasada las 10, el consorcio no me podía decir nada. Aún así desisto, me doy cuenta que las ganas son por falta de voluntad de estudiar…como siempre.
Leo un par de hojas, entiendo, escribo, termino. Me acuesto boca arriba entre las sábanas blancas, mamá siempre ponía sábanas blancas en casa, y siempre me gustaron tanto. Suspiro en mi pijamas improvisado, pienso. Mudarme de mi pequeña ciudad en el interior a la gran ciudad era mi sueño, ahora Buenos Aires me da demasiadas ganas de morir, me siento paradójicamente muerta. Lo viví buscando a él y una vez que me encontró, me escapé. Nunca voy a poder entender qué es lo que hace esta ciudad a mí cabeza.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Noches sin reproches II

Fue la primera vez que lo miré y no le pertenecí.
Renacieron sus ojos miel entre la gente, me miro y no le pertenecí.
Intento poseerme con sus ojos, consumirme como siempre lo ha hecho.
Pero no le pertenecí, me atrevo a creer que quizás nunca le pertenecí,
que quizás fue todo un mal sueño, una aventura masoquista

Se acerco con su majestuosa reconocible belleza,
Dejándome sin aire como siempre, pero sin robarme
Me miro fijo, como si esperara algo de mí,
la reacción obvia que no iba a volver a suceder
Lo mire con el rabillo del ojo, con desprecio, con memoria

- Hola, ¿cómo andás? - Me susurró al oído
Tenía una mezcla de sentimientos adentro, me había encontrado en la ciudad en la que nadie se encuentra a sí mismo, y yo debía responderle porque me había escapado aquella noche. Porque lo use para cerrar las heridas de su autoría
- Bien, ¿qué necesitas? – Después de haber podido amarlo yo estaba alejándome de él, quizás siempre hice lo mismo, siempre después de recibir amor me cerré y lo alejé porque sabía donde terminaba la historia, porque sabía que palabras iban a salir de sus labios, porque no me hace falta imaginación para darme cuenta.
- Pensaba que podíamos hablar, te estuve buscando.
- Yo también me estoy buscando, pero raramente me encuentro ¿sabes?
- Solías decir que cuando estabas conmigo te encontrabas
- Sí, también solía decir que te amaba

Fue un golpe bajo, siempre supe como alejar a alguien, es la parte más fácil, ¿para qué dejarlos entrar, si eventualmente todos se van a marchar? Se quedo tieso mirándome, mi soberbia me gano de mano y solté un prepotente - ¿Qué? – Sacudio la cabeza, como queriendo despejarla, me miro y me dijo:
– Tenías razón, no sos la misma.
- La gente nunca es la misma.
- Pero vos eras tan diferente, tan..
- Tan tuya?
- Tan íntegra.
- No me vengas con ese tipo de boludeces sentimentalistas y espirituales, me haces acordar a mí.
- Ya no tenés esperanza?
- Ya no tengo corazón.
- ¿por qué?
- Es más fácil así.
- No sabía que eras fan del facilísimo
- Y yo que vos fueras psicólogo.
- Quizás deberías conseguirte uno.
- No reflejes en mí tus necesidades.
- Bueno, me voy.
- Ya conoces el camino hacia la puerta.
- ¿No me vas a decir nada?
- ¿Te tengo que aplaudir mientras te vas?
- Baja de la nube, por ahí alguna vez entiendas algo de la vida.
- Baja vos, yo ya me caí hace rato.
- No entendes nada.
- Vos.

Y cerró estrepitosamente la puerta con un estruendo de fondo. Sentí por primera vez que no estaba enajenada ni a él ni a su enojo, era tan fácil hacerlo enojar, hacer que se marchara, que me odiara.. Nunca me había dado cuenta lo mucho que lo conocía sin saberlo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

guess she gave you things, I didn't give to you

Siempre tengo algo para decir, pero hoy tengo tantas cosas para decir, tanto para escribir y tan poco tiempo para hacerlo. Las obligaciones académicas me llaman y el reloj no retrasa las agujas para darme un par de horas de ocio. Aún así no puede hacer caso omiso al vicio, pero no puedo dar todo lo que quiero, decir todo lo que tengo adentro.
Las emociones luchan por saber cual esta primero; el tedio, la angustia y el cansancio van luchando la punta de esta carrera emocional y los buenos tiempos se desvanecen un poquito por las noches para darme tiempo de fundirme un 15 minutos de lagrimas bastardas que nutren mi mundo.
Tengo contaminación mental a causa de la contaminación visual. Algún día entenderán (aunque espero que no).
Las frenéticas calles de tu ciudad, me dieron ganas de vivir mi vida de una forma tal, en la que ya no te recuerde en cada paso que doy.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Noches sin reproches

Termino el viaje, termino la ilusión. Se despierta y entre las sábanas busca la dignidad que él alguna vez le quito por traicionarla. Lo ve dormido, a su costado y piensa “listo”. Es cómico como uno no puede seguir con su vida sin cumplir ciertos cometidos, sin tildar ciertas casillas.
Se levanta, la cabeza le da vueltas. Su obsesión por las bebidas blancas le trae consecuencias. Se pone una camisa que esta tirada en el piso, agarra su bolso y su ropa. Se dirige al baño.
Blanco y amplio, luminoso. Era un día soleado, esos que indican el nuevo comienzo de algo, el fin de lo malo. Esa clase de día después de una tormenta. Simple.
Se mira al espejo, se arma otra vez. Se reconstruye la desfachatez y deja de lado el amor, a ella no le sirve, le provoca lucidez. Hoy no quiere sentir.
Abre la puerta del baño, allí esta él en la cama, durmiendo, tranquilo, inconsciente de la consiente verdad, libre, tan suyo y queriendo ser tan de ella, tan rechazado.
No se trataba de amor esta vez. Era venganza mezclada con anhelo. Pero nunca amor, era imposible que fuera amor. Ella no sentía esas insensatas reacciones.

Abre la puerta silenciosamente y se marcha al ruido de la sucia ciudad. Deja, finalmente, el pasado atrás cerrando todas las puertas para que no se pueda filtrar. Sella viejas emociones, anula puertos débiles y sonríe. Ahora él sufrirá su calvario.

C'est fini.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Lean atentos.



Nos hicieron creer que el “gran amor”, sólo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado. Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía es más agradable. Nos hicieron creer en una fórmula llamada "dos en uno": dos personas pensando igual, actuando igual... que era eso lo que funcionaba! No nos contaron que eso tiene un nombre: anulación. Que sólo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable. Nos hicieron creer que el casamiento es obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados. Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad. No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas. Ah, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto: cada uno lo va a tener que descubrir solito. Y entonces, cuando estés “enamorado de ti mismo" podrás ser feliz y te enamorarás de alguien. Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor aunque la violencia se practica a plena luz del día".



John Lennon.

martes, 8 de noviembre de 2011

STOP.

Esta bueno olvidar, esta bueno poder mirar a los ojos de alguien y sentir aprecio, no obsesión ni odio por situaciones pasadas.
Cuentas las hojas de un libro con manchas de café, que tarde o temprano la gente madura. Crece. Entiende. Cuentan por ahí, que la gente necesita un poco más de perspectiva para entender qué hizo mal, o que no.
Toda mi vida me jacté de ser testaruda, obtusa, rencorosa. Llevaba esos caracteres de mí como un estandarte, intentando marcar la diferencia…como si alguno de ellos alguna vez me haya traído felicidad.
De a poco comencé a darme cuenta que realmente era eso lo que me intoxicaba. No, no te puedo decir que lo voy a dejar de hacer, pero sí que no voy a dejar que me afecte tanto como antes.
Parte de crecer, cuenta el mismo libro, que trata sobre diferenciar cuales son las cosas que valen y cuales las que no. Siempre suele ser fácil de decir, pero muy poco fácil de hacer. De a poco, en mis cortos años, he desarrollado una técnica, que todavía está en su fase experimental: si los buenos recuerdos de esa relación, son más fuertes y pesados que los malos, vale la pena; si no, vida nueva. Veremos cómo me va.
Perdonar en una sociedad que mucho destruye y poco construye es bastante difícil. El perdón para mí es difícil. No cambia nada. Le quita culpas al otro, pero a mí no me cierra las heridas. Las deja igual de abiertas, igual de suicidas. Por eso siempre necesito tiempo.
Se me vienen recuerdos a la cabeza de una versión más distinta de mí, más joven, más espontanea e inimputable. Una versión de mí que odiaba darle tiempo al tiempo, odiaba dejar las cosas fluir y quería todo ya. Aquellas versiones de nosotros que nos caracterizan en nuestra adolescencia, y aunque no estoy tan lejos de ella, parece como si todas esas vivencias hubiesen ocurrido hace años atrás. Me siento realmente vieja en un cuerpo joven. Viví un par de meses rápidos. Mucho, en poco tiempo.

¡Quién te ha visto y quién te ve! Diría alguna anciana memoriosa.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Palco Vip.


Días que sucumben el paso del tiempo.
Días que marcan destinos.
Se sienten aires de cambios, aires radioactivos.

Su mirada de titanio.
Enmarcada en su sonrisa, mona lisa.
Triste-feliz.
Secretamente encirptada. Sin traducción.

Me gusta mirarla desde la cama.
Hermosa, sencilla, disfrutando la tranquilidad de la música.
Me gusta sentir tu olor a avellana, mezclado con gotas de jazmín.
Rodeando mis sábanas

No se deja mirar, no se deja querer.
Prefiere la oscuridad. Jamás ceder.
Su piel dorada parece un espejo, refleja lo que quieres ver.

“A buen entendedor, pocas palabras” me dice y se va.
Se marcha de mi vida y no la puedo encontrar.
Está perdida en la ciudad.
En el mundo gris de esta Buenos Aires que no la deja en paz.

Su mirada de titanio.
Enmarcada en su sonrisa, mona lisa.
Triste-feliz.
Secretamente encirptada. Sin traducción.
Se marcha de aquí, se queda en mí.
Y no me deja ir.

Ella es biónica.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Cambiemos el mundo.
¿Por qué?
Porque podemos.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Your skin makes me cry.

Rosario se divide entre la carnalidad y la traición, la lucha y la derrota, el odio y la pasión. Rosario se divide, me divide: en ellos y yo, en lo que soy y lo que muestro. En todo esto.
No entiendo cómo funciona la vida, no entiendo cómo hacerla funcionar.
No puedo confiar en la gente. Eso es darle poder. Poder de destrucción.
Y yo soy débil, no puedo correr ese riesgo. Duele. Dolió.
No lo vas a entender.
Porque cuando mi versión menos cerrada parece cruel, no se puede hacer más nada.
No lo vas a entender.

Cuando el absurdo parece absurdo para el ajeno, demuestra que no lo van a entender.
En mi oscuridad es tan claro, es tan tranquilo.
No puedo ceder.

Me voy a esconder. Lo sabes.
Soy así, invisible a la luz del sol. Intocable. Mía, siempre mía.
No vas a poder entrar.
No voy a ser tu acto de caridad.
No voy a necesitarte. No vas a estar ahí.
Porque ya necesité, no estuvieron ahí. Y dolió.
No quiero versión beta.

Ya baje la guardia.
Ya falló.
Ya dolió.
There are not second chances.





I don't belong, here.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Rosario II

Sin darme cuenta, todo lo que hace a Rosario, es todo a lo que yo lucho diariamente. Es triste ver como una ciudad que para ‘outsiders’ es tan bonita, para los ‘insiders’ puede ser caótica y subestimable. Escapar a algún lugar que este lejos de la locura de las apariencias y poder ser uno mismo, a veces parece solo una oportunidad puertas para adentro, o, como gente gloriosa que conozco, animarse a ser diferentes y crucificados por ello.
Lastimosamente, esta cualidad se está volviendo popular. Se está volviendo moda.
El mundo under, va de a poco renaciendo de sus cenizas para volverse popular, y todas las Barbies Huecas y los Machos Alfas están eligiendo el camino de lo alternativo, sin entender porqué. Dejándonos a aquellos quienes nos hemos sentido refugiados en aquel mundo de la frivolidad de la realidad, huérfanos de universo para escapar.
Quizás necesitan escapar de toda esa hipocresía a la que yo escapo.
Quizás solamente quieren arruinar mi mundo 2.0

Si realmente me conocieran, se darían cuenta que estoy enamorada de la vida, siempre lo estuve. Me gusta caminar por la calle y mirar el cielo, sentir el sol en la piel, el aire en el cuero cabelludo y el agua en mí cara. Me gusta vivir. Pero no me gusta el mundo en el que vivo. Me gusta vivir sola…en el mundo, hasta que eventualmente necesito personas cerca, hasta que caigo en el hecho de que no vivo en ninguna ciudad grande en la que soy tan solo una desconocida que no le teme a nada. Me despierto y vuelvo a ser yo. Yo. Yo. Yo. Yo.

jueves, 3 de noviembre de 2011

The darkness gets deeper.


Las construcciones están a flor de piel en Rosario, molestando por doquier, el polvo, la gente, las bocinas, los gritos, yo. Noviembre es un mes conflictivo, el año ya termina, ya termina? Si, ya termina. Gracias a Dios. De cualquier manera, la gente no sonríe por la calle y yo me pongo mis lentes negros para ver sus ojos con descaro, para notar que no son felices, preguntándome porque.
Son las 6 am, mi perro esta acostado cual humano en la cama, los apuntes desparramados en el piso. Mi cuello no da tregua y decide estallar en tirones de dolor. Aún así, sigo. Sigo porque vivir es inherente a mí, porque terminar con mi vida no está en la lista de cosas para hacer, y si alguna vez me retumbó como una idea apetitosa, ya no lo hace más.
Estoy intentando buscar un sentido, una razón, un por qué. Me alieno a las obligaciones y no me dejo ser, hago las cosas de una forma automática para no sentir el tedio. De noche soy electricidad y de día soy el viento, estoy pero no me siento viva.
Soy luz en la oscuridad, mezclada con algo más para poder brillar; intento embustirme, escaparme de esta realidad. Querer y no extrañar.
Crecí, desde enero a abril, desde mayo a agosto, desde agosto hasta aquí. Me gusta mirarme en el pasado, sonreír por aquella ingenuidad intacta que tenía, por ese ángel que a veces mato a garrotazos. Pero él sigue ahí, dándole magia a mi forma de ser. Ese ángel que tengo dentro mío que me hace inimputable, eterna, frágil y severa. Que me llena y me hace especial, el 1%.
¿Cuánto de todo lo que hiciste te hace sentir orgulloso?, ¿Cuánto de vos merece ser felicitado?. Por lo pronto, yo solo estoy aprendiendo a vivir, pero vos, vos que pretendes tener tu vida solucionada, vos que estas feliz con tu Dios, a veces mi Dios, a veces el Dios de nadie, ¿qué te hace vivir?, ¿qué te hace sentir?
Me pregunto si algún día voy a levantarme, mirarme al espejo y no reconocerme. Me pregunto si puedo aún más perderme. Los cambios son buenos, pero a mí no me gustan los cambios, no los llevo bien hasta que los incorporo porque no queda otra opción. Siempre hay otra opción, pero nos gusta creer que no. Siempre tenés la opción de levantarte y dejar la habitación, dejar tu vida, tu cabeza en algún lugar.
Alguien esta fumando estrepitosamente en algún balcón, alguien está llorando en su habitación, alguien está haciendo el amor. Siempre me pregunto qué estaré haciendo yo (vos).
Alguien que está pretendiendo creer, que está pretendiendo importarle. Todos fingen y alguien es real. Alguien que puede ser vos, pero que siempre soy yo. Alguien que es alguien qué murió.