lunes, 19 de agosto de 2013

ONE

Sacó el estetoscopio y me dijo "respirá profundo". Sonreí, aspiré todos mis problemas y los devolví al ambiente en un breve instante. Al mismo tiempo, el frío del aparato me estremeció y reí, él ríó conmigo junto con una mirada cómplice, con trasfondo seductor.
Lo conocí a la salida de un café, estaba caminando a mi auto cuando un tacón me jugó una mala pasada y terminé huevo frito en el piso, supongo que a veces las calles te juegan una mala pasada.. o no. Fue a mi encuentro diciendo "tranquila, soy médico" - yo me pregunté quién admitiría tal estado cuando bien se podía haber lavaado las manos, menuda vocación -Le respondí, "Salvo que tengas un Valium acá, tranquila no me quedo nada". Nos reímos los dos. Empezó a revisarme el pie, y cada roce, podía haber comenzado un incendio. Me dijo que no era nada más que un esguince, y al ver mis zapatos de 14 centímetros me sostuvo con una expresión seria "Pero estos no los vas a poder usar por un tiempo". Lo miré con cara de angustia. Nos volvimos a reír. Con ayuda de sus brazos y el único tobillo sano que me quedaba, llegué al auto. Lo miré con ojos de "we'll always have París" y sonrisa de "que no se corte". Y no sé cortó. Antes de que tuviera tiempo de escapar del sitio de la masacre de mis tendones, mi médico salvador - y lo digo porque su nombre de hecho era Salvador,- me sonrió desde la ventanilla haciéndome señas que no pude entender y me hicieron bajar la ventanilla. "Tomá, por si alguna vez necesitas otro rescate". Y lo necesité.

No hay comentarios:

Publicar un comentario