jueves, 10 de noviembre de 2011

Noches sin reproches

Termino el viaje, termino la ilusión. Se despierta y entre las sábanas busca la dignidad que él alguna vez le quito por traicionarla. Lo ve dormido, a su costado y piensa “listo”. Es cómico como uno no puede seguir con su vida sin cumplir ciertos cometidos, sin tildar ciertas casillas.
Se levanta, la cabeza le da vueltas. Su obsesión por las bebidas blancas le trae consecuencias. Se pone una camisa que esta tirada en el piso, agarra su bolso y su ropa. Se dirige al baño.
Blanco y amplio, luminoso. Era un día soleado, esos que indican el nuevo comienzo de algo, el fin de lo malo. Esa clase de día después de una tormenta. Simple.
Se mira al espejo, se arma otra vez. Se reconstruye la desfachatez y deja de lado el amor, a ella no le sirve, le provoca lucidez. Hoy no quiere sentir.
Abre la puerta del baño, allí esta él en la cama, durmiendo, tranquilo, inconsciente de la consiente verdad, libre, tan suyo y queriendo ser tan de ella, tan rechazado.
No se trataba de amor esta vez. Era venganza mezclada con anhelo. Pero nunca amor, era imposible que fuera amor. Ella no sentía esas insensatas reacciones.

Abre la puerta silenciosamente y se marcha al ruido de la sucia ciudad. Deja, finalmente, el pasado atrás cerrando todas las puertas para que no se pueda filtrar. Sella viejas emociones, anula puertos débiles y sonríe. Ahora él sufrirá su calvario.

C'est fini.

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